“Si miro para atrás, me doy cuenta de cuánto cambié. Antes me costaba ver mis logros, me hablaba de manera automática, sin notar el impacto de mis propias palabras. Ahora entiendo la importancia de cómo me trato y cómo eso influye en mi día a día. Aprendí a ser más flexible, a resolver en vez de trabarme, y a reconocer el valor de lo que hago, incluso en las cosas más simples. También entendí que lo negativo es una oportunidad para mejorar, lo neutro forma parte del proceso, y lo positivo es lo que me impulsa a seguir creciendo. Dejé atrás una versión de mí que no me sumaba, para dar lugar a otra más consciente, segura y proactiva. Hoy enfrento los desafíos con otra mirada, y aunque el camino no siempre es fácil, me siento bien con cada paso que doy. Porque, al final, todo cambio empieza por uno mismo.”